Sunday, January 16, 2011

Caracas es la cuarta ciudad mas peligrosa del mundo.


El Impacto de la violencia armada.


Cada año, cerca de 560.000 personas mueren a causa de la violencia interpersonal, y millones de individuos más son víctimas de heridas y lesiones.

La violencia interpersonal – definida por la Organización Mundial de la Salud como aquella producida entre individuos, en familias y comunidades es uno de los principales desafíos de la agenda pública mundial.

Limitando el análisis al impacto que esta violencia genera en los sistemas de salud pública, se puede tomar algunas de las herramientas empleadas para la gestión del resto de problemas de salud. Ello supone un abordaje que parte de un punto fundamental, y es que la violencia es un fenómeno previsible, y por lo tanto, tratable .2

Los sistemas de salud pública procuran facilitar servicios de salud al máximo número de potenciales beneficiarios, es decir, a la mayor cantidad de personas posible. Teniendo en cuenta la magnitud y la extensión de sus consecuencias, la violencia armada debe ser tratada como un elemento prioritario. Se trata de la principal razón de mortalidad en la población masculina entre 10 y 44 años en regiones como América Latina, y es comparable a los otros principales problemas tradicionales de salud, como la malaria, los accidentes de tránsito y la tuberculosis 3.

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Fuente: World Health Organization: Building Global Commitment for violence prevention, OMS, Ginebra, 2005

La región donde los niveles de violencia vinculada con armas de fuego son más preocupantes, es América Latina y el Caribe. La amplia disponibilidad de armas pequeñas y armas ligeras 4 ciertamente desempeña un papel importante y sin duda ha aumentado el nivel y la letalidad de la violencia dentro de la sociedad. 5 En este contexto, las estadísticas muestran que el grupo poblacional más vulnerable es el de los niños, niñas y adolescentes.

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Fuente: UN Crime Trends Survey e Interpol, 2002 – o el año más reciente para algunas regiones.

La OMS ha calculado que en el año 2002 casi 53.000 niños y niñas murieron en el mundo como resultado de homicidio. 6 Aunque no se dispone de datos mundiales comprehensivos, la incidencia de homicidios relacionados con armas de fuego es aproximadamente 70-80% en la mayoría de los países donde tales datos existen. Adicionalmente, miles de niños son heridos gravemente cada año: algunas estimaciones han indicado que hay 40 casos de lesiones no mortales por cada muerte por arma de fuego. 7 Además, atender y rehabilitar a las víctimas de violencia con armas de fuego puede ser extremadamente costoso.

Siguiendo con la perspectiva de salud pública, la violencia puede ser analizada y estudiada empleando métodos de investigación epidemiológicos. Diferentes estudios realizados en diversos países muestran cómo la violencia ocurre bajo unos patrones predecibles, y se lleva a cabo mediante riesgos modificables y factores de protección . 8

Por lo tanto, y como en otras muchas epidemias y problemas de salud pública, las características de la violencia pueden ser prevenibles a través de intervenciones que pueden hacer cambiar los comportamientos de los individuos, las dinámicas de las comunidades y favorecer los ambientes físicos y sociales para fomentar su prevención.

Los riesgos para la participación en actos de violencia dependen del género (los hombres suelen ser más víctimas y perpetradores de actos como el homicidio, mientras que las mujeres suelen ser más víctimas de violencia sexual); y de edad (los ratios de violencia muestran que a partir de los 15 años se incrementa notablemente los casos de violencia física, y se mantienen en niveles muy elevados hasta los 44 años). Además, diversos elementos ambientales, como el desempleo, influyen en los niveles de violencia.

Entre las causas de la violencia en América Latina podemos encontrar una urbanización acelerada y la quiebra de las consiguientes redes sociales tradicionales, las estructuras socioeconómicas de amplia desigualdad que abandonan a importantes sectores y generan exclusión social, la disponibilidad de armas de fuego y el alto grado de impunidad, que viene de la mano de las deficiencias del sistema de justicia criminal con bajas tasas de resolución de crímenes y la escasa capacidad de rehabilitación de los presos .9

Adicionalmente, estudios estadísticos muestran como un tipo de violencia interactúa con los otros; de este modo, por ejemplo, los individuos que han sufrido maltrato infantil están más propensos a cometer actos de violencia juvenil .10

Coste económico de la violencia

Otro enfoque posible para entender la dimensión de la violencia armada es el del impacto económico. Ello nos lleva a una conclusión fundamental: la violencia es cara. Inclusive en los países desarrollados, algunos cálculos estiman que el coste anual de la violencia en países como Inglaterra ronda los 63.800 millones de USD, del cual el 60% -unos 40.000 millones de USD son pérdidas en homicidios, violencia física o agresiones sexuales-. En los EE.UU. las estimaciones del coste de la violencia van desde los 84.000 hasta los 300.000 millones de USD anuales, según la fuente. En Australia, sólo los costes en homicidios suponen 194.000 millones de USD anuales y en Nueva Zelandia 67.000 . 11 Estas estimaciones contemplan tanto los costes médicos, las compensaciones jurídicas, los costes del sistema de justicia (juicios, costes penitenciarios, etc.), así como los costes indirectos como la pérdida de productividad de las personas lesionadas, debido a que la población de mayor riesgo de ser víctima (y victimario) de la violencia armada lo componen los hombres jóvenes, en la franja de edad entre 15 y 29 años de edad.

El coste del impacto de la violencia en América Latina es considerable. El Banco Interamericano de Desarrollo ha estimado que el coste regional de la violencia armada rondó los 140-170.000 millones de USD anuales durante el final de la década de los 90, lo que vendría a suponer el 12% del PIB regional 12 , si bien estudios posteriores han mostrado que quizás esta cifra pudiera estar sobreestimada .13

Este coste recae principalmente sobre el sector público y los presupuestos del Estado. Esto es especialmente dramático en los países de baja o media renta. En regiones como América Latina y el Caribe, la violencia no solamente se expresa en los contextos de conflicto armado, como Colombia o Haití, o en contextos posbélicos como Guatemala, El Salvador o Nicaragua. También otros países como Brasil, Venezuela o Jamaica han incrementado significativamente sus índices de homicidios ya sea por la acción del tráfico de drogas, de las pandillas, o simplemente por la violencia social. 14

Unos niveles de violencia elevados comportan no sólo la destrucción humana, social y económica directa, también repercute en la pérdida de confianza de los potenciales inversores, lo que genera un elemento de extrema preocupación en ciudades dependientes del turismo como podrían ser Río de Janeiro o Kingston. Además, este ambiente incrementa los costes de la seguridad, tanto pública como privada, repercutiendo también en los incentivos para el sector privado. Países como Colombia, por ejemplo, deben destinar el 15% de su PIB a materia de seguridad interna, generando el crimen y la violencia el 7% de su PIB si se le considerara un sector de negocio más .15

Ante estos datos, a nadie se le escapa el hecho que cualquier otra política encaminada al desarrollo económico o social puede quedar hipotecada por el tremendo impacto de la violencia armada en la población joven, así como por la falta de un entorno seguro donde poder desarrollar dicho desarrollo.

La mayor parte de las medidas para paliar este escenario son complejas y sólo pueden tener un impacto en el largo plazo. Sin embargo, la disminución drástica del flujo de armas de fuego es una de las medidas que podría tener un efecto a medio plazo. Dado que las armas son un vector importante de la violencia mortal, nada es más lógico que una política pública destinada a controlar o eliminar ese vector. Es lo que ocurre en otras áreas de la epidemiología, como la transmisión de enfermedades contagiosas. Por ejemplo, y según dice Ignacio Cano, algunas enfermedades contagiosas están causadas por el efecto de un microorganismo pero son transmitidas por un mosquito. Como el control o la erradicación de los mosquitos es mucho más fácil que la de los microorganismos, las campañas se centran en la eliminación de los primeros.

Sin embargo, un informe realizado por la UNESCO en colaboración con los Ministerios de Salud y de Justicia de Brasil sobre el impacto del denominado Estatuto del Desarme (un conjunto de cambios legislativos y administrativos sobre control de armas) y de la campaña de recolección de armas que se organizó en Brasil en el año 2004 (y que culminó con la recolección de casi medio millón de armas en manos de la población civil) demuestran que tales medidas contribuyeron positivamente a salvar vidas. La reducción del número de homicidios tras la adopción de estas medidas es de 8,2% , 16 o lo que es lo mismo, 5.563 vidas. Un informe más reciente no sólo reafirma esta tendencia a la baja en los ratios de homicidios en Brasil, si no que va más allá al afirmar que si también se tiene en cuenta la tendencia al alza mantenida durante los 30 años anteriores a la adopción de estas intervenciones, el porcentaje de vidas ahorradas sería del 24% . 17

Estas reducciones en las cifras de homicidios son particularmente importantes entre la población joven. De esta manera, y para el Estado de Río de Janeiro, por ejemplo, según datos del DATASUS, el grupo de población masculino entre 15 y 24 años ha pasado de un ratio de 214 muertes por arma de fuego por 100,000 habitantes en el año 2000 a 107 en el año 2006.

Ello muestra cómo las medidas de control de armas son eficaces.

Daniel Luz, Consultor de Save the Children - Suecia



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